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El truco del tocomocho: ¿Consumir es ganar?

EL TRUCO DEL TOCOMOCHO
¿Consumir es ganar?

Juan Fernández de la Cueva Martínez-Raposo
-Director del Secretariado diocesano de Pastoral del Trabajo de Madrid-
21.5.21

El tocomocho es una estafa tradicional. Consiste en que un estafador presenta a la víctima un falso billete de lotería premiado que por alguna causa no puede cobrar. El estafador ofrece a la víctima cederle el boleto por menos dinero del que corresponde al premio y saldrían ganando los dos.

Así describo yo el mecanismo que usa el sistema económico imperante. Ofrece lo que no puede dar, bajo capa de que la víctima va a salir ganando, pero resulta ser una trampa antropológica, adictiva, económico social  y psicosocial. Explico todos estos adjetivos siguiendo fielmente a Enrique Lluch Frechina, Una economía para la esperanza, cap III.

La regla de oro de toda economía es cubrir las necesidades humanas. Pero cada sistema económico propone un camino distinto para conseguirlo. Pues bien, el papa Francisco describe así el itinerario de este sistema económico que muchos llaman neoliberalismo:

“Algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante” (EG 54)

Truco del tocomocho. JUan Fernández de la Cueba. Pastoral del Trabajo.Dicho así, aparece muy burdo el truco del tocomocho. Para eso este sistema imperante se ha buscado una racionalidad que lo justifique. No tendría ningún éxito si se presentase o se percibiese como irracional.

La racionalidad que propone este sistema económico parte de que “las personas y las familias tienen como principal objetivo la maximización de la utilidad. Los economistas miden esta utilidad por la satisfacción que percibe una persona por la compra de un bien o servicio” (Op. cit. pág. 93).

En consecuencia, la conducta para conseguir esta satisfacción es ganar, gastar y gozar ininterrumpidamente. Esto, además, haría funcionar el crecimiento del PIB y así ganaría toda la sociedad. La rueda del tener más y más, si consumimos más y más, tendría el efecto de que todos salgamos ganando.

Pero esta racionalidad, que podemos llamar con E. Lluch Frechina “economicista”, es una falacia por estas razones:

  1. Contiene una trampa antropológica:
    • No tiene en cuenta el principio de “saturación”. Así, el primer trago de agua fresca tras una caminata por el desierto, nos sabe a gloria. El segundo también. Pero en el momento que estamos saciados, un trago más nos conduce a enfermar en vez de incrementar nuestra satisfacción. La racionalidad economicista supone equivocadamente al ser humano con una capacidad de satisfacción insaciable.
    • Hay otras fuentes de satisfacción que va más allá de tener bienes, por ejemplo: la ternura de un bebé, la amistad desinteresada, sacar adelante un proyecto solidario… ¿Por qué va a ser únicamente racional perseguir el propio beneficio excluyendo todo lo demás? ¿Por qué va a ser más racional ser egoísta y, sin embargo, ser más irracional el altruismo o la generosidad?
  1. Esta racionalidad economicista contiene una trampa adictiva: si fuese verdad que “teniendo más, te sentirás mejor”, lo realmente cierto es que “siempre necesitarías tener más”. La racionalidad economicista te promete satisfacción, pero realmente te da insatisfacción porque tienes la sensación de que siempre te falta algo y eso puede transformarse en adicción. Esto produce personas inmaduras e insatisfechas.
  1. La racionalidad economicista presenta una trampa económica social. Las sociedades avanzan muchas veces gracias al trabajo común, a buscar soluciones colectivas. No basta con subir el PIB para afirmar que, por aquello de la “teoría del derrame”, la sociedad va a mejorar en equidad, en humanidad e inclusión.
  1. Por último, una palabra sobre la trampa psicosocial. La racionalidad economicista actúa como el truco del tocomocho porque exalta la competitividad como el verdadero camino para lograr los objetivos personales y sociales. Este tipo de competitividad tiene consecuencias nefastas sobre nuestro estilo de vida. Lo racional en esta actitud es competir con los otros para conseguir más para mí. Esto lleva a comportamientos devastadores en el mundo del trabajo, del estudio y muchos campos de la vida.

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One comment

  1. Partiendo de que la generosidad y la compasión forman parte intrínseca de la persona, esto llevado a la economía me invita a poder compartir desde mi posición social con los demás parte de mis logros y de mis esfuerzos.
    La competitividad es sana y necesaria en un avance economico-social, aportando beneficios personales y globales.
    Los más necesitados podrán tener más ayuda si yo tengo mi economía más saneada o mi economía es mejor.
    Personalmente creo que el existo social no es tanto del sistema económico, de la forma de vida, etc., como de la generosidad y compasión que nace del corazón de cada uno.
    Soy hijo de familia pobre, caminando por las calles de Salamanca cuando tenia 10-11 años, mi madre se paró junto a una persona que estaba pidiendo en la calle y rebuscando en su bolso le dio una moneda, ella mirándome y asegurándose de que lo entendía me dijo: Hijo, aunque sea muy poco, siempre que un pobre te pida, dale algo.
    Esto me hizo entender y quedo ya para siempre en mi corazón que mi madre no daba dinero por su condición económico-social, si no que la compasión y la generosidad brotaba de su corazón por medio del amor de Dios.
    Creo que esta es la parte que necesitamos la sociedad.
    Siempre me pareció más importante que mi corazón se contraiga ante la necesidad y sienta el sufrimiento del hermano necesitado, que lo que pueda aportar económicamente que obviamente también se necesita.

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